LIDERANDO PERSONAS
FOCUS. DESARROLLAR LA Atención PARA ALCANZAR LA EXCELENCIA. Día 11.
LAS AMENAZAS DISTANTES. (Daniel Goleman).
LAS AMENAZAS DISTANTES.
La era antropocénica* iniciada con la revolución industrial, marca la primera era geológica en que la actividad de una especie, la humana, degradó inexorablemente los sistemas globales que sustentan la vida en este planeta.
* El antropocentrismo es la doctrina que en el plano de la epistemología sitúa al ser humano como medida de todas las cosas, y en el de la ética defiende que los intereses de los seres humanos son aquellos que debe recibir atención moral por encima de cualquier otra cosa. Así la naturaleza humana, su condición y su bienestar –entendidos como distintos y peculiares en relación a otros seres vivos– serían los únicos principios de juicio según los que realmente deberían evaluarse los demás seres y en general la organización del mundo en su conjunto. Igualmente, cualquier preocupación moral por cualquier otro ser debería ser subordinada a la que se debe manifestar por los seres humanos. El antropocentrismo surge a principios del siglo XVI, entrando ya a la Edad Moderna, y se considera como alternativa que reemplaza al teocentrismo.
Los sistemas humanosde construcción, energía, transporte, industria y comercio erosionan a diario sistemas naturales como los ciclos del nitrógeno y del carbono, la rica dinámica de los ecosistemas, la disponibilidad de agua potable, etcétera.
Nuestra capacidad de poder anticipar los impactos de nuestra actividad en el futuro es escasa y limitada. Esto podría deberse a la existencia, en el cerebro humano, de un punto ciego. El aparato perceptual que alimenta nuestro cerebro está sintonizado con un rango de datos imprescindibles, en su momento, para garantizar nuestra supervivencia. Por ello contamos con un foco de atención que nos permite discriminar entre sonrisas y ceños fruncidos y discernir un gruñido del llanto de un bebé, pero carecemos de radar neuronal que nos ayude a detectar las amenazas que se ciernen sobre los sistemas globales de los que depende la vida humana. Hay amenazas que son demasiado grandes o demasiado pequeñas para poder ser directamente percibidas. Por eso, ante la noticia de estas amenazas globales, nuestros circuitos atencionales tienden a encogerse de hombros.
El análisis del ciclo vital de cualquier cadena suministro de cualquier tipo de producto pone de manifiesto la existencia de numerosísimos impactos que van desde las emisiones al aire, el agua y el suelo, hasta impacto sobre la salud o la degradación de un determinado ecosistema. Saber en qué aspectos de un sistema debemos centrarnos supone por ello una gran ventaja.
La necesidad de centrarnos en un orden menos complejo refleja una verdad fundamental. Y es que, por más que vivamos dentro de sistemas sumamente complejos, carecemos de la capacidad cognitiva necesaria para entenderlos o gestionar los adecuadamente.Y nuestro cerebro ha resuelto el problema que supone sortear la complejidad recurriendo a de decisión muy sencillas.
Este procedimiento holístico es el que explica que unos determinados flujos de datos desemboquen en un ¡¡¡ EUREKA ¡!! o que la información acabe desbordándonos. Esa alternativa está ligada a los circuitos dorsolaterales, una delgada franja ubicada en el área prefrontal del cerebro. El árbitro, pues, de ese punto de inflexión cognitivo reside en las mismas neuronas que mantienen a raya los impulsos turbulentos de la amígdala. Cuando nos vemos cognitivamente desbordados, el sistema dorsolateral se rinde, nuestras decisiones empeoran y aumenta también nuestra ansiedad, porque es muy probable que, en tal caso, rebasemos el punto de inflexión a partir del cual el aumento de datos no haga sino empeorar las cosas.
Resulta mucho mejor centrarse en un pequeño número de pautas significativas, ignorando simultáneamente el resto. Nuestro neocórtex incluye un detector de pautas destinado a simplificar la complejidad ateniéndonos a reglas de decisión manejables. Una capacidad cognitiva que sigue aumentando a medida que pasan los años es la denominada "inteligencia cristalizada", es decir, la capacidad de diferenciar lo relevante del anodino o, dicho en otras palabras, la señal del ruido. Esto es lo que algunos llaman también sabiduría.
NUESTRA HUELLA POSITIVA
El hecho de centrar la atención en el impacto que provocamos en nuestro entorno no hace sino estimular los circuitos asociados a las emociones estresantes y generar culpa y depresión. No olvidemos que las emociones dirigen nuestra atención y que solemos apartar la atención de aquello que nos resulta desagradable.
Se hace patente pues, la verdad psicológica de que centrarnos en lo negativo desemboca en el desaliento y la falta de compromiso. Y es que, en el momento en que se ponen en marcha los centros neuronales que se ocupan del estrés, nuestro centro de interés pasa a ser el estrés mismo y el modo de aliviarlo.
La huella negativa es un valor negativo, y las emociones negativas son poco motivadoras. Es cierto que esa táctica permite captar la atención, pero como el miedo es una emoción negativa, tiene un valor motivador limitado, ya que las personas sólo llevan a cabo las acciones mínimas necesarias para cambiar ese estado de ánimo por otro más positivo y acaban ignorandolo.
Para que se produzca un cambio a largo plazo, necesitamos una acción sostenida, un mensaje positivo que nos diga cuáles son las mejoras acciones que hay que emprender. Y con este tipo de medición podemos ver el bien que estamos haciendo y sentirnos, en la medida en que perseveremos en el plan de y para nada de la ello, cada vez mejor. Por ello la huella positiva el resulta tan interesante
¡¡¡Feliz fin de semana!!!
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