lunes, 12 de octubre de 2015

LIDERANDO PERSONAS FOCUS. DESARROLLAR LA ATENCIÓN PARA ALCANZAR LA EXCELENCIA. DÍA 10. EL CONTEXTO MAYOR. (Daniel Goleman).

LIDERANDO PERSONAS

FOCUS.  DESARROLLAR LA Atención PARA ALCANZAR LA EXCELENCIA. Día 10. EL CONTEXTO MAYOR. (Daniel Goleman).

PAUTAS SISTEMAS Y CONFUSIONES.
Una epidemia ejemplifica la dinámica de los sistemas, cuanto más sistemáticamente pensemos mejor podemos rastrear las huellas dejadas por la enfermedad. La comprensión del recorrido seguido por las monedas a través de las rutas comerciales es otro ejemplo de pensamiento sistémico.
Ese tipo de dirección de pautas ilustra el funcionamiento de la mente sistémica.                                                                                                                                                                                                               
Un sistema se reduce a un conjunto coherente de pautas regulares y legítimas. Aunque el reconocimiento de pautas requiere la activación de circuitos que se hallan en la corteza parietal, el emplazamiento concreto del cerebro sistémico más amplio todavía no se ha identificado. No hay por el momento de redes y circuitos neuronales concretos que favorezcan naturalmente una comprensión sistémica.
Aprendemos a leer y navegar por sistemas a través de los notables talentos del aprendizaje y generales del neocórtex. Estos talentos corticales pueden ser replicados por los ordenadores. Lo que diferencia la mente sistémica de la autoconciencia y la empatía es que opera a través de circuitos fundamentalmente ascendentes. Requiere un gran esfuerzo aprender de los sistemas, pero para movernos exitosamente por la vida necesitamos fortalezas tanto en esta variedad de atención como las otras dos que aparecen de un modo más natural.
CONFUSIONES Y PROBLEMAS A RETORCIDOS
Para entenderlas confusiones y los problemas retorcido recurriremos al problema del calentamiento global.
Combatir el calentamiento global constituye un problema retorcido porque no existe ninguna autoridad individual a cuyo cargo este su solución, el tiempo pasa, quienes tratan de resolver el problema se hallan también entre quienes lo causan (que somos todos nosotros) y la política oficial desdeña se importancia para nuestro futuro.
Y lo que es más importante, las pandemias y el calentamiento global se hallan entre lo que técnicamente se denominan “confusiones”, donde un problema acuciante interactúa sistémicamente con otros problemas asociados, y estos no son sólo problemas muy complejos, sino que, además, en la mayoría de los casos carecemos de la mayor parte de los datos que nos permitirían resolverlos.
Aunque los sistemas resultan a simple vista casi invisibles su funcionamiento puede comprobarse acopiando los datos suficientes para poner de manifiesto su dinámica.Un motor de búsqueda de internet puede proporcionarnos una cantidad inmensa de datos, pero no un contexto para comprenderlos, y menos todavía sabiduría sobre el modo interpretarlos. Precisamente lo que hace que los datos sean útiles son las personas que custodian e interpretar la información

Los mejores líderes no se limitan a poner los datos en un contexto significativo, sino que también formulan las preguntas a adecuadas.
·         ¿Estamos definiendo bien el problema?
·         ¿Contamos con los datos adecuados?
·         ¿Cuáles son las creencias que hay detrás del algoritmo que nos proporciona los datos?
·         ¿Establece ese modelo algún mapa de creencias sobre la realidad?
La ciencia de los datos exige algo más que habilidades matemáticas, también necesita a personas muy curiosas cuya innovación se vea guiada por su experiencia y no sólo por los datos. La mejor intuición requiere, después de todo, una extraordinaria cantidad de datos y la experiencia de toda nuestra vida filtrada a través del cerebro humano.
LA CEGUERA SISTÉMICA
El conocimiento de los sistemas que - nos permite identificar y cartografía pautas y descubrir tras, el aparente caos del mundo natural, un orden oculto- se ha visto atentado a lo largo de la historia humana por la necesidad perentoria de supervivencia que ha obligado a los pueblos nativos a entender sus ecosistemas locales. Era imperativo, para ellos, saber que plantas serán tóxicas, y cuáles servían de alimento o de medicina, donde conseguir agua potable , en qué lugares recolectar y hierbas y encontrar comida, o como leer los signos de los cambios estacionales.
Y ese es un auténtico problema porque, si bien es cierto que la biología nos ha dotado de un repertorio integrado de conductas ligadas a satisfacer funciones tales como, comer, dormir, aparearnos, criar, luchar huir etc., no lo es menos que también nos ha dejado huérfanos de herramientas neuronales que nos permitan entender los sistemas mayores dentro de los cuales todo eso ocurre.
Los sistemas son a primera vista inaccesibles a nuestro cerebro, lo que significa que no podemos registrar directamente los muchos sistemas de los que depende nuestra realidad vital, sólo podemos entenderlos indirectamente a través de modelos mentales (ligados por ejemplo al oleaje, las constelaciones, y el vuelo de las aves) a partir de los cuales tomamos nuestras decisiones. Nuestra intervención será más adecuada cuanto más se atengan esos modelos a los datos y menos en el caso contrario.
En el momento en que se produjo el contacto de los pueblos indígenas con el mundo exterior se marcó también el comienzo del proceso gradual de olvido de la tradición y entendimiento de las señales de estos ecosistemas.
LA ILUSIÓN DE LA COMPRENSIÓN
El problema de la ilusión de la comprensión nos lleva a creer que entendemos un sistema complejo cuando, en realidad, no tenemos, de él, más que una comprensión superficial. Basta con tratar de explicar en serio cómo funciona una red eléctrica o por qué el aumento de las emisiones de dióxido de carbono intensifica la energía de las tormentas, para poner de relieve la naturaleza ilusoria de nuestra comprensión del funcionamiento de los sistemas.
Pero además de la incongruencia entre nuestros modelos mentales y los sistemas que pretenden cartografiar, existe un problema todavía más, y es que nuestros aparatos perceptuales y emocionales son totalmente ciegos a los sistemas. El cerebro humano se vio modelado por las herramientas que nos ayudaron a sobrevivir en una época en la que los primeros humanos empezaron a vagar por la naturaleza, y en particular durante la era geológica del pleistoceno.
Estamos muy conectados con el crujido de una rama, que puede advertirnos de la proximidad de un tigre, pero carecemos de aparato perceptual que nos permita detectar el adelgazamiento de la capa de ozono atmosférico o los agentes cancerígenos contenidos en las partículas que respiramos en un entorno urbano contaminado. Y, aunque estas amenazas puedan acabar siendo tan letales como, aquella nuestro cerebro carece de radar que nos permita identificarlas directamente.
VISIBILIZAR LO INTANGIBLE.
Cuando nuestros circuitos emocionales (especialmente la amígdala, gatillo de la respuesta de lucha o huida), detectan una amenaza inmediata, nos inundan de hormonas (como el cortisol o la adrenalina) que nos predisponen en uno u otro sentid. Pero por más que oiga hablar de los posibles peligros que nos afectan en los años o siglos venideros, nuestra amígdala ni siquiera parpadea.
Los circuitos de la amígdala, ubicados en medio del cerebro, se activan automáticamente siguiendo un camino ascender ascendente. Confiamos en ellos para que nos alerten de los peligros y nos digan que debemos prestar más atención. Pero esos sistemas automáticos habitualmente tan útiles para dirigir nuestra atención, carecen de aparato de registro sensorial o de carga emocional que nos permita detectar los sistemas y sus peligros, dejándonos en ese sentido inermes. No existe mensaje ascendente alguno que nos advierta de la necesidad de prestar atención en estos casos.
Necesitamos pues, para enfrentarnos adecuadamente al reto de un inminente colapso sistémico, una especie de prótesis mental que no la tenemos de manera natural.

¡¡¡Feliz semana!!!

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