lunes, 15 de octubre de 2012

LIDERANDO PERSONAS Una mochila para el Universo.- Mis notas de interés para el liderazgo y la gestión de emociones. Ruta 1bis. Amistad


Que fin de semana mas maravilloso. Hay que ver a mi nana Duna como le gusta el golf y la afición que tiene. Me encanta ver cómo va desarrollando sus preferencias, aficiones y su autonomía.

Mi hijo Billy parece que también se está “enganchando”, lo cual me parece importante que ha su edad desarrolle algún tipo de afición al aire libre y que le ayude a aprender a auto superarse con humildad, trabajo y disciplina.

Tina, la gran incógnita, a ver cómo va evolucionando.

El tema de hoy es interesantísimo, y personalmente de mucha actualidad…

LIDERANDO PERSONAS

Una mochila para el Universo.- Mis notas de interés para el liderazgo y la gestión de emociones. Ruta 1bis. Amistad.

Claves para navegar por los afectos humanos.-

RUTA 1bis  ¿CUÁNTOS AMIGOS NECESITAMOS?



¿Cuantos amigos necesitamos para sentirnos bien?-

Se ha comprobado que en los seres vivos existe una relación entre la cantidad de relaciones que mantienen y el tamaño del cerebro.

El cerebro humano consume un 20% de la energía total de nuestro cuerpo, y ello se relaciona con la necesidad de gestionar sus redes sociales complejas, familias, amigos, compañeros, amantes,…

El número máximo de relaciones que nuestro cerebro puede gestionar de forma simultánea es de ciento cincuenta, una cifra denominada “numero de Dunbar”

Entrevista de Eduard Punset con Robin Dunbar, profesor de Biología
Evolutiva en la Universidad de Oxford, Reino Unido. Oxford, 16 de Febrero del 2011.

Vídeo del programa:


“El cerebro evolucionó para permitirnos organizar las relaciones con los demás.”
Robin Dunbar



Eduardo Punset:
Estamos hablando realmente de la irrupción de la ciencia en la cultura popular, y esto no sólo ha cambiado la estructura social y la manera de pensar que tenemos, sino que nos ha permitido reparar en cosas que antes nos costaba mucho. Por ejemplo, cuál es el impacto de la risa. Sabemos que es bueno, pero ¿cuán bueno y en qué condiciones? ¿Por qué nos gustan las estaturas más altas (si nos gustan las estaturas más altas) a la hora de buscar un trabajo?
Hemos heredado del pasado cosas como el nepotismo, el dar trabajo a la gente que es familiar o que es conocida nuestra. ¿Las redes sociales en qué medida influyen en nuestra vida?
Para empezar, has escrito que las especies que viven en grandes manadas anónimas y que son promiscuas tienen cerebros más pequeños que  las otras. A primera vista parece extraño, ¿verdad?

Robin Dunbar:
Sí que parece extraño, supongo. Pero lo fundamental es que el cerebro evolucionó para permitirnos organizar las relaciones con los demás. E imagino que, en el contexto de las manadas anónimas de muchos animales o las bandadas de muchas aves, en el fondo no importa tanto con quién se interactúe, y no es preciso un gran ordenador para entenderlo. En cambio, las especies que establecen vínculos de pareja, especialmente las que se unen para siempre, en lugar de cambiar de pareja cada año o en cada época de cría, tienen muchas dificultades para gestionarlo.

Eduardo Punset:
…es un reto para el que hay que tener un cerebro mayor, probablemente.

Robin Dunbar:
Sí; se requiere un cerebro mayor.

Eduardo Punset:
Te has hecho famoso en el mundo entero por un número que lleva tu nombre: el 150, el llamado “número de Dunbar”. Afirmas que los chimpancés, los humanos, gestionamos bien un grupo de 150, ni más ni menos. ¿Nos lo puedes explicar un poco?

Robin Dunbar:
Pues bien, resulta que, a diferencia de lo que  ocurre en otros mamíferos o en las aves, el tamaño de los grupos sociales de las especies de monos y simios guarda relación con el tamaño de su cerebro. Creemos que lo que sucede es que los primates (los monos y simios) han aprovechado el tipo de cognición o psicología que otras especies utilizan para las relaciones monógamas y la han hecho extensiva a todos los miembros de su grupo, para crear amigos, por así decirlo. De ahí la relación tan estrecha entre el tamaño cerebral y el tamaño del grupo en los primates. El ser humano no es más que la versión más radical de este fenómeno: tenemos el cerebro más grande y también los grupos más grandes. Nuestros grupos sociales suelen incluir a unas 150 personas. En algunos la cifra es ligeramente menor y en otros mayor, pero por lo general tenemos unos 150 amigos y allegados, incluidos nuestros parientes.

Eduardo Punset:
Con los que realmente podemos estar en contacto y saber algo de ellos; no hay que pecar de ambiciosos…
 
Robin Dunbar:
No. No estamos hablando de amigos de  Facebook, donde podemos tener varios miles de amigos si queremos. Sin embargo, si tenemos una gran cantidad de amigos en Facebook, a muchos, en realidad, apenas los conocemos. Si les pidiéramos un favor, probablemente no nos lo harían.
 
Eduardo Punset:
¿Sabes? Sugieres otra cosa fabulosa, y es que hemos subestimado la importancia de tocar a alguien en relación con verlo o escuchar su voz, ¿no? Dices que el tacto implica tantas cosas relacionadas con la confianza, con confiar en alguien de verdad, que no se puede subestimar su importancia. ¿Qué puedes decirme del tacto? Solamente tocamos a alguien cuando queremos a esa persona o intentamos conseguir un trabajo, o…

Robin Dunbar:
¡O cuando queremos despedir a alguien! La explicación se remonta a que la manera que tienen los monos y simios de crear amistades, de entablar relaciones con otros individuos, es a través del acicalamiento, y no se trata solamente de quitarle follaje u otra cosa de la piel a otro animal, sino que es como un masaje, produce una sensación de bienestar y felicidad parecida a la que se consigue con el ejercicio físico o el masaje hoy en día. Así pues, tocarse físicamente resulta muy importante a la hora de transmitir la fuerza emocional de una relación. Por supuesto, nosotros estamos muy dominados por el lenguaje: el lenguaje evolucionó y se ha convertido en una parte muy importante de nuestra psicología, por lo que tendemos a pensar primero en las palabras de los demás, sin acabar de entender las emociones subyacentes, y es el tacto lo que crea gran parte de las emociones, ¡porque con las palabras se puede mentir! 

Eduardo Punset:
¡Efectivamente! Siempre digo algo parecido, ¿sabes? Cuando alguien me dice: «nos llevamos bien gracias a que podemos hablar», le respondo: «sí, ¡y hablando la gente se confunde también!». Es verdad, y probablemente el lenguaje, cuando pasó a ser escrito, al parecer (corrígeme si me equivoco) al principio no era más que un acuerdo contractual: «te daré lo que quieres a cambio de que tú me des una determinada cantidad de dinero», o lo que sea… así que, en realidad, el lenguaje se escribía para otorgar un contrato.

Robin Dunbar:
¡O para las declaraciones de impuestos!

Eduardo Punset:
¡Las declaraciones de impuestos! Es cierto, ¿no? Porque de eso se trataba. Volviendo al tema del tacto y de estar cerca de los demás, es fantástico cómo los chimpancés, con el acicalamiento, nos enseñaron lo importante que era. Lo aprendimos de ellos, lo copiamos de ellos.
 
Robin Dunbar:
Bueno, creo que todos los monos y simios y, por tanto, también nosotros (ya que formamos parte de la familia de primates) simplemente utilizamos el acicalamiento o el contacto físico de un modo natural, porque era muy importante para entablar relaciones estrechas. Además, en cualquier relación o interacción, se logra una idea mucho más clara de la intención de las palabras de alguien según la manera en la que te toque.

Robin Dunbar:
A menudo te recomiendan que, si vas a despedir a alguien, a echarlo del trabajo, es mejor tocarle en el hombro mientras le dices: «está usted despedido».

Eduardo Punset:
Para compensar…

Robin Dunbar:
Sí. Para reducir el dolor. 

Eduardo Punset:
Increíble, ¿no? ¿Crees que la gente era consciente de todas estas cosas antes de que la ciencia irrumpiera en la cultura popular?

Robin Dunbar:
Me parece que la respuesta es que, intuitivamente, más o menos lo entendíamos, pero sin una comprensión completa, puesto que todo lo que  pertenece a la parte emocional de nuestra psicología se halla en el hemisferio derecho del cerebro, mientras que el lenguaje está en el izquierdo, y no termina de haber una buena conexión. Podemos hablar de las emociones en cierta medida, pero no podemos expresarlas demasiado bien con el lenguaje. Solamente pueden hacerlo los poetas.

Eduardo Punset:
Solamente los poetas, tienes razón…
Oye, hay otro secreto de la vida: se trata del tema de la risa. Especialmente la risa colectiva, cuyo efecto es claro… lo he visto en películas y vídeos… la risa colectiva une a la gente, ¿no?
¿Qué opinas?

Robin Dunbar:
Creemos que la risa evolucionó cuando el tamaño de nuestros grupos empezó a aumentar más allá de lo que se podía cohesionar únicamente con el acicalamiento. La cantidad de tiempo que se puede dedicar al acicalamiento social tiene un límite claro, porque intervienen solamente dos personas… cuando estamos en un grupo, lo primero que hacemos es reprimir las manifestaciones de este tipo: las caricias, arrumacos, etcétera. Es cosa de dos, y normalmente se crea un problema si se intenta hacer a tres. Y, para poder mantener grupos tan grandes como los que surgieron con la evolución del ser humano y tenemos ahora, es necesario un mecanismo que traslade los componentes más emocionales a las relaciones a mayor escala. Y creemos que la risa lo permitió, porque puede haber cuatro o cinco personas riendo a la vez, mientras con el acicalamiento es cosa de dos.

Eduardo Punset:
Imaginemos ahora (porque también has investigado sobre este tema) imaginemos que tengo que encontrar una pareja, buscar una pareja,  o encontrar un trabajo, cualquiera de los dos ejemplos me sirve. Lo primero que deberé cuidar es la ropa: si es adecuada o elegante o lo que sea… otra de las cosas importantes será también si soy alto o muy bajito. Y es gracioso, porque me he dado cuenta (corrígeme, Robin, si me equivoco)… he constatado que la gente está convencida de que no puede modificar su estatura, ¿verdad? Su altura. En cambio, cree que fácilmente puede cambiar su… ¿cómo llamarlo? Gordura. 

Robin Dunbar:
Gordura, sí.

Eduardo Punset:
Muchos creen que pueden adelgazar si quieren, pero saben que no pueden cambiar su altura. ¿Todas estas cosas importan realmente en una relación amorosa, o cuando uno busca trabajo, o las hemos exagerado un poco? Los tacones en las mujeres… ¿Qué opinas de estas cosas?

Robin Dunbar:
En las relaciones amorosas, hay una serie de criterios que cada sexo utiliza para conseguir la mejor pareja, o por lo menos la mejor pareja que se pueda permitir: nunca puedes conseguir la pareja perfecta, no es posible, más bien la  mejor que esté disponible y por la que puedas competir con éxito. Y este tipo de decisiones suelen ser mucho más complejas en las mujeres. 
Ellas barajan muchos más criterios a la hora de hacer balance. Algunos son físicos, como por ejemplo la forma del rostro, la estatura… ambas cosas suelen indicar la presencia de buenos genes y, por tanto, que el hombre puede engendrar niños con la mejor combinación posible de características. Otros criterios son sociales, psicológicos: ¿Se te da bien el lenguaje? ¿Bailas bien? Las mujeres utilizan esas características  para juzgar la calidad de un hombre. Hay muchas cosas así, que los hombres pueden utilizar y aprovechar para mejorar su manera de presentarse. Incluida la ropa, sí.

Robin Dunbar:
Y hay otro criterio que, sobre todo en las sociedades tradicionales, es muy importante en las elecciones de pareja de las mujeres: la riqueza que pueda ofrecer el hombre, especialmente en las sociedades agrícolas. Tener una granja grande o pequeña influye en lo bien que se puede criar a los hijos y, si analizamos la historia de Europa, veremos que las familias en las que sobrevivieron más niños hasta la edad adulta fueron las que tenían más tierra, y no hablamos aquí de la nobleza, sino de campesinos.

Eduardo Punset:
Afirmas algo que no estoy seguro de que todo el mundo que nos escuche …en nuestra… de nuestros telespectadores lo aceptará, y es  que el profesor dice que la manera de… contar chismes de los hombres difiere de la de las mujeres. Las mujeres tiene una manera muy, muy especial de chismorrear, y los hombres suelen ser muy distintos. ¿Cuáles son estas diferencias y por qué?

Robin Dunbar:
Sí, son distintos en algunas cosas y no en otras. El chismorreo, en este sentido, es la manera de pasar el tiempo con alguien. Con chismorreo no me refiero a los cotilleos malintencionados, sino más bien a la charla informal, por así decirlo. En las conversaciones, descubrimos que, aunque los hombres y las mujeres dediquen la misma cantidad de tiempo a hablar sobre chismes, en realidad…

Eduardo Punset:
¿Cuánto tiempo?

Robin Dunbar:
Pues… en tiempo social representa unos dos tercios…

Eduardo Punset:
¡Dos tercios!

Robin Dunbar:
Sí, un 65% del tiempo total de conversación. Esto no es así en el entorno laboral: en el trabajo se habla de trabajo; pero en una situación social, en una situación cotidiana, dedicamos la mayor parte del tiempo a hablar de…

Eduardo Punset:
¡Chismes!

Robin Dunbar:
¡Chismes! Sobre uno mismo, sobre los demás… Sí… pero lo que pasa es que los hombres y las mujeres utilizan el lenguaje de forma muy distinta. Los hombres lo usan mucho más para exhibirse: cuando conversan, especialmente con mujeres, suelen hablar sobre temas técnicos, más basados en conocimientos, por ejemplo: «¿a que no te sabes los números de todas las composiciones de Mozart?» Conocimiento técnico y objetivo. En cambio, las mujeres tienden a charlar mucho más sobre la naturaleza de las relaciones.
 
Eduardo Punset:
Las mujeres hablarán de lo social…

Robin Dunbar:
Sí, las relaciones sociales. 

Eduardo Punset:
Las relaciones sociales. Y es importante, porque saben construir mejor que los hombres la base de la vida social, ¿no?

Robin Dunbar:
Sí, sí. Esto es así en todos los primates. Tanto en monos y simios como en humanos,  el núcleo de la vida social lo forman las hembras, las mujeres, y es como si los machos estuvieran más al margen. Por eso, las relaciones masculinas suelen ser menos estables a largo plazo, un poco más políticas, se basan en un objetivo aquí y ahora; mientras que las relaciones entre mujeres son mucho más duraderas y suelen basarse más en la familia y a ser más sociales, en este sentido.

Robin Dunbar:
Hay otras cosas que, al mirarlas, notamos que implican algo crucial… los seres humanos tienen una capacidad extraordinaria de contemplar el mundo que les rodea y encontrar correlaciones entre cosas. A veces, este conocimiento se transmite a otras generaciones mediante la sabiduría popular. Aprendemos pequeños trucos, por así decirlo sobre cómo juzgar a los demás. Pero, en este contexto, lo raro es lo que mencionabas antes, que a la hora de conseguir un trabajo… Resulta que la estatura, la altura, tiene consecuencias muy, muy importantes sobre el salario, sobre el éxito en los negocios y el rango salarial. Tanto en Wall Street como en el distrito financiero de Londres, por ejemplo, los hombres más altos ganan más que los bajos por el mismo trabajo. ¡Y esto no se aplica a las mujeres! No existe esta discriminación en las mujeres, pero sí en los hombres.

Eduardo Punset:
No. Lo que demuestra que los conocimientos que se transmiten durante siglos a veces pueden ser erróneos.

Robin Dunbar:
Bueno, sí. Y no sabemos por qué ocurre esto en concreto. Puede que los hombres altos sean más listos, por ejemplo, pero también puede ser que en el patio del colegio, de pequeños, hayamos aprendido a temer a los niños más altos que nosotros, a los chavales de nuestra edad más corpulentos y altos, así que, si entrevistamos a varios candidatos para un trabajo, tenderemos a sentirnos, cómo decirlo… más asustados, más impresionados, por los candidatos altos; por eso les daremos el trabajo a ellos. Pero no comprendemos por qué se producen estas discriminaciones.


Pues bien, de estas 150 relaciones , hay un núcleo intimo entre cinco y doce personas que son con las que tenemos un trato más intenso, a la que se añade otro grupo de unas cien personas con las que hablamos, de media, una vez al año.

Los contactos de las redes sociales, Dunbar dice que no se pueden considerar amigos, son contactos virtuales. Las personas lo que realmente queremos es afecto y amor, es vernos, tocarnos y oírnos.

Para hacer un amig@, además del deseo de tenerlo, es necesario establecer además una conexión emocional. La admiración y el deseo por si mismos no bastan, es la intimidad, en algún grado, lo que teje el vinculo emocional.

La soledad.-

Es un sentimiento universal, y por ello buscamos amparo y afecto en los demás. Los estudios nos dicen que las personas nos solemos sentir solas una media de cuarenta y ocho días al año, y que cada amigo reduce la soledad unos dos días al año.

La amistad y la felicidad.-

Una persona tiene un 15% más de ser feliz si está directamente conectada a una persona feliz. Y cada amigo infeliz reduce tus posibilidades de ser feliz un 7%.

Sin embargo, la amistad produce un efecto de contagio que va mas allá del circulo de amistad intimo y cercano de los cinco y doce amigos o relaciones cercanas es “la regla de la influencia de los tres grados”, o el impacto que tiene en nosotros las redes sociales. La importancia del Contagio y la Conexión. A continuación una interesante entrevista con James Fowler, enunciador de la Regla de la influencia de los tres grados”


Entrevista de Eduard Punset con James Fowler, experto en redes sociales de la Universidad de California. La Joya, Estados Unidos, 22 de enero de 2011.

Vídeo del programa:


“Para saber quiénes somos tenemos que comprender cómo estamos conectados”.
James Fowler



Eduard Punset:
Estamos en la Universidad de California, en San Diego, aunque en realidad está en el distrito de La Joya y, bueno, hemos venido todo el camino desde Barcelona para hablar de redes sociales con el profesor James Fowler, redes sociales que, como verán, nos va a demostrar, si no lo sabíamos, que no estamos solos ni muchísimo menos.
James, creo que empecé a creer en las redes sociales cuando leí que más del 70% de los homicidios que se cometen en Estados Unidos son obra de personas que se conocían.

James Fowler:
Sí, bueno, en la televisión vemos justo lo contrario. Y me parece que, por eso, nos llevamos una impresión equivocada. Lo cierto es que nos emocionamos mucho más con aquellas personas con las que estamos conectados socialmente. Una de las cosas que Nicholas Christakis y yo mencionamos en nuestro trabajo es que no sólo se difunden cosas buenas en las redes sociales sino que también puede haber cosas malas: puedes sentir emociones muy fuertes e influir a tus amigos hasta el punto de que lleguen a matar a alguno de sus amigos. Y en las redes sociales existe el efecto multiplicador. 

Eduard Punset:
Escucha, una pregunta: la gente se reparte en grupos diferentes en función del trabajo que dicho grupo debe realizar. Por ejemplo, si hay un incendio, el grupo, la red, formará una única fila, quizás con un cubo de agua… Quiero decir, después de todos estos años investigando, ¿cuál es tu impresión ahora?, ¿cómo nos organizamos? 

James Fowler:
Es realmente interesante porque, básicamente, estudiamos dos tipos distintos de redes: estudiamos las redes que constituimos con un objetivo concreto, que diseñamos con una intención concreta, pero también estudiamos las redes que surgen de forma natural.
Simplemente, surgen así, como consecuencia de nuestros actos independientes. Y lo fascinante de las redes sociales en el mundo real es que manifiestan las mismas propiedades que las redes sociales que hemos creado con un objetivo concreto. Una de esas propiedades es la del “mundo pequeño”. En el ejemplo de la difusión de información, estamos ante una situación donde puede haber un gran número de personas que se enteren de algo muy rápidamente. Resulta que si yo tengo tres o cuatro amigos y ellos, a su vez, tienen tres o cuatro amigos, la información se difunde a través de esas redes que se construyen de forma natural, sin que nosotros hayamos diseñado la red con esa intención. La propiedad del “mundo pequeño” existe de verdad.
 
Eduard Punset:
¿Y qué ocurre con esa famosa regla de que necesitas seis conexiones para transmitir una palabra o un mensaje? 

James Fowler:
Bueno, esa idea de los seis niveles de separación está muy de moda ahora. Surgió en los años 60 con la investigación de Stanley Milgram, que tenía mucha curiosidad por saber cuántos grados tendríamos que superar para establecer una serie de conexiones fuertes entre el lugar donde uno se encuentra y cualquier persona en el mundo, es decir, por cuántos amigos de amigos de amigos tendríamos que pasar para que el mundo entero estuviera conectado. Lo que hizo Milgram fue coger un fajo de cartas y enviarlas a una pequeña ciudad del centro de los Estados Unidos y le dijo a un grupo de gente: “Quiero que enviéis estas cartas a una persona que no conocéis, en Boston, Massachusetts, pero no podéis simplemente enviársela por correo, tenéis que entregársela a un amigo suyo, tenéis que enviársela por correo a un amigo, a alguien que conocéis personalmente y decirme quién es esa persona.” Al final, recogió todas las cartas y fue apuntando el número de pasos necesarios para llegar al destinatario desde un lugar muy remoto donde nadie lo conocía. Sumó el total, calculó la media y el resultado fue seis. Es la media necesaria para poder comunicarse con cualquiera en nuestro planeta, pero lo fascinante es que  Duncan Watts llevó a cabo otro estudio con el correo electrónico y obtuvo la misma cifra pero, en lugar de hacerlo con distintos lugares en los Estados Unidos, lo hizo con gente de todo el mundo. Y descubrió que, de verdad, sólo se necesitan seis pasos para llegar a cualquier persona del mundo.

Eduard Punset:
Y cuando hablas de los tres grados, no seis, sino tres, ¿a qué te refieres exactamente?

James Fowler:
Bueno, lo que Nicholas Christakis y yo mismo  hemos hecho es estudiar la influencia, no simplemente la difusión de información como en los experimentos de Milgram y en los de Watts, sino que hemos estudiado la difusión de la influencia. Y descubrimos, por ejemplo, en nuestro primer estudio sobre la obesidad, que cuando tus amigos engordan, también hay más probabilidades de que tú también engordes. Pudimos demostrar que eso era cierto no sólo para tus amigos sino también para los amigos de tus amigos, e incluso para los amigos de tus amigos de tus amigos. 

Eduard Punset:
Para los amigos de tus amigos de tus amigos. 

James Fowler:
Hasta tres grados de separación. Repetimos el experimento con otras cosas que podrían influir en nuestros amigos, por ejemplo, el tabaco.  Si dejas de fumar, tus amigos serán más propensos a dejar de fumar, y también vale para los amigos de tus amigos y para los amigos de los amigos de tus amigos. Lo probamos con muchas cosas distintas y vimos que el número tres se repetía una y otra vez, que llegaba hasta una tercera persona pero que no iba más allá. 

Eduard Punset:
Estaba pensando ahora en dos palabras muy famosas de tu libro Connected, ¿no? Hablas de “contagio” y de “conexión”. ¿Qué quieres decir? Porque dices que es muy importante, que es básico en cualquier red, que exista esa conexión y ese contagio.

James Fowler:
Las redes realmente nos afectan de esas dos maneras que comentas. Por un lado, nos afecta la estructura: a quién conocemos y a quién conocen los que conocemos, es algo que nos afecta. Pero también nos vemos afectados por lo que se difunde en las redes. Por eso, hemos separado esas dos ideas diferentes, “conexión” y “contagio”. 
Cuando se trata de “conexión”, podemos vernos afectados de dos formas distintas: tú escoges tu red, tú escoges con quien vas a pasar tu tiempo, puedes elegir compartirlo con amigos que son como tú o con amigos que son distintos de ti, por ejemplo; pero la estructura de la red también te afecta. Estamos influidos por la  estructura de nuestra red. Si, supongamos, dos amigos tuyos no son amigos entre sí, te agobiarás, vas a tener la impresión de que deberías presentarlos para que se hagan amigos. Incluso se han hecho investigaciones que demuestran que causa un impacto psicológico: las chicas adolescentes cuyos amigos no son amigos entre sí son mucho más proclives a pensar en el suicidio, por lo tanto, realmente la estructura de nuestras redes tiene un impacto importante. 

Eduard Punset:
Lo que sugieres es que la forma de la red influye en mi forma de comportarme. 

James Fowler:
Exactamente.

Eduard Punset:
Y no sólo al revés.

James Fowler:
Tú lo has dicho, pero eso sólo es una parte de la ecuación, la otra parte es que tenemos que entender que existe un efecto de contagio: tendemos a copiar el comportamiento de aquellos con los que estamos conectados y nos referimos a ello de tres formas distintas: la primera es que nos afecta la gente con la que estamos directamente conectados, es algo intuitivo, todo el mundo lo ve. En la mayoría de las conversaciones, si alguien te sonríe, tú también le sonríes. Es algo que experimentamos cada día.
 
Eduard Punset:
Los alumnos jóvenes aplicados, que tienen entre sus amigos alumnos aplicados, se vuelven todavía más estudiosos.

James Fowler:
Eso es. Y hemos visto que son muchas las cosas que se pueden transmitir de una persona a otra: por ejemplo, guiñar un ojo, fumar, beber,  la alegría, la soledad, la depresión, la cooperación con otras personas, la generosidad. Creo que a este nivel la gente entiende que las redes son poderosas, pero lo que no ven es lo que hay más allá de su horizonte social, es decir, aquellos que son amigos de sus amigos, no ves lo que ocurre entre ellos porque no formas parte de su interacción. No sólo son tus amigos los que te afectan sino los amigos de tus  amigos, e incluso los amigos de los amigos de tus amigos pueden condicionar tus propios resultados.

Eduard Punset:
¿Y qué pasa con el tabaco? Quiero decir, tú fumas y alguien más también fuma. ¿Cómo es posible que se haya producido este cambio casi fantástico donde los fumadores por antonomasia antes eran las personas de una  edad determinada y de una posición social concreta y, sin embargo, hoy en día los fumadores son muy distintos entre sí, tienen distintas edades y pertenecen a diferentes clases sociales?

James Fowler:
El tabaco es un ejemplo realmente fascinante porque ocurre prácticamente lo contrario de lo que decíamos en relación con la epidemia de  obesidad. A principios de los setenta, en los Estados Unidos, pasamos de una incidencia de obesidad del 10% al actual 40% y estas cifras se invierten en el caso de la epidemia de  fumadores. Una de las razones del éxito en la reducción del número de fumadores son las campañas de presión social de los años 80. De hecho, en nuestras investigaciones, pudimos comprobar cómo cambiaron los fumadores en la red y cómo fumar cambió la red. Pudimos comprobar que esas campañas no sólo alentaron a la gente a dejar de fumar sino que las personas que no pudieron dejar de fumar, de hecho, perdieron amistades. Empezaron a ser expulsados de las redes sociales.
 
Eduard Punset:
¿Ah sí?

James Fowler:
Si lo piensas desde el punto de vista de la sanidad pública, se convierte en un tema más espinoso que cuestiona la vigencia de este tipo de campañas de salud pública porque, mientras ayudamos a las personas a dejar de fumar, menoscabamos socialmente a las personas que no pueden abandonar el consumo de tabaco, de modo que resulta mucho más difícil llegar hasta ellos, resulta más difícil ejercer una influencia sobre ellos si están rodeados de otros fumadores. 

Eduard Punset:
Así que, realmente, tendemos a infravalorar la importancia de conocer a otras personas, ¿no? Una estadística que vi no hace mucho y que me conmocionó es que sólo el 30% de la gente está casada con personas que nadie les presentó.
 
James Fowler:
Bueno, estamos otra vez ante las ideas recibidas del cine y de la ficción. La ficción siempre gira en torno a acontecimientos extraordinarios y no en torno a lo común pero, cuando hacemos encuestas, descubrimos que lo más común es que te presenten a quien al final va a ser tu futuro marido o mujer, pues esa persona ya forma parte de tu red social y ni siquiera lo sabías.
 
Eduard Punset:
Desde que investigamos las redes sociales, ¿hemos aprendido algo útil de cara a evitar accidentes, incendios en un espacio cerrado, por ejemplo? De tus afirmaciones se desprende que la gente tiende a comportarse de una manera preestablecida, que correrán en esa o aquella dirección, así que deberíamos saber dónde colocar las salidas de emergencia en caso de incendio, ¿o es que todavía no estamos en ese punto?

James Fowler:
Hay investigadores que hacen simulacros y dichos simulacros dan lugar a algunos resultados contrarios a lo que podríamos intuir. Basándose en el hecho de que las personas que te rodean van a ejercer una poderosa influencia sobre ti, tiene sentido colocar una columna, justo delante de una salida de emergencia… En lugar de dejarla vacía. La razón es que si todo el mundo está intentando salir, lo harán todos al mismo tiempo pero, si colocas la columna en medio, reduces el número de personas a las que estás copiando y puedes crear un flujo más ordenado. Por eso pienso que algunas de estas ideas sobre cómo estamos conectados y cómo copiamos el comportamiento de otras personas, de forma casi gregaria, está empezando a influir en aspectos como el diseño y esperamos que, al final, tengan un impacto en la reducción de accidentes para que así todos vivamos en un mundo mejor.

Eduard Punset:
Un fenómeno al que te refieres a menudo es lo que llamas la “emergencia”. Si lo he entendido bien, te refieres a que un colectivo o grupo desarrolla determinadas características o virtudes, lo que sea, no manifiestas en los individuos que constituyen ese colectivo, ese grupo.

James Fowler:
Esta idea de “emergencia” está muy extendida en todas las ciencias naturales y el ejemplo que siempre utilizamos para describir las redes sociales procede de la química. Los átomos de carbono pueden organizarse para formar grafito o para formar un diamante. El grafito tiene muchas más propiedades diferentes que el diamante. Hemos descubierto que sucede lo mismo con las redes sociales. La manera de estructurar la red tiene un impacto en lo que ésta es capaz de hacer. Hemos descubierto que hay ciertas redes que han sido estructuradas para ayudarnos a conseguir los resultados deseados. Brian Uzzi ha investigado los equipos de los musicales de Broadway, por ejemplo, y ha descubierto que las redes que son demasiado densas, donde todo el mundo conoce a todo el mundo, no son demasiado creativas ni rentables económicamente, y que aquellos grupos donde nadie conoce a nadie tampoco funcionan. Son los grupos donde la gente tiene conexiones con otras personas que ya conocían, pero también conexiones con personas nuevas los que dan lugar a esos musicales que todo el mundo conoce y que gustan a todos.
 
Eduard Punset:
Es fantástico, ¿no?, porque las implicaciones de todo esto en la vida diaria, en la investigación incluso, en el saber, son tremendas, ¿no? Tenemos que pasar al nuevo mundo del saber, donde el aprendizaje de idiomas, el contacto con otros universos, con otras personas, es muy bueno para la creatividad, para la innovación.
 
James Fowler:
Totalmente. Y creo que también proponemos una nueva forma de pensar el mundo. En el pasado se enfrentaron aquellos que veían a las personas como individuos, es decir, personas que no se dejaban influir por los demás, dueñas de sus propias decisiones, esto es, el modelo Robinson Crusoe de las ciencias sociales, un modelo que ha perdurado mucho tiempo, de ahí que los economistas cuando piensan en los seres humanos, piensen en seres egoístas, que sólo actúan para sí mismos; frente a los sociólogos, cuya visión es diferente, y que en el pasado pensaron que el grupo también importa. Lo que intentamos hacer y decir es que el individuo todavía importa y que el grupo no es mágico, pero que lo que ocurre es que tenemos individuos conectados a otros individuos en esas redes y sólo si entendemos cómo se conectan esos individuos, seremos capaces de entender totalmente la relación entre el comportamiento individual y el comportamiento grupal.

Eduard Punset:
¿Y esto va a tener algún impacto en la relación entre marido y mujer y en su relación con sus hijos, o sólo va a afectar el mundo educativo o empresarial, o acaso estos conocimientos van a afectar las tres cosas?

James Fowler:
Creo que todo se va a ver afectado.
 
Eduard Punset:
Todo.

James Fowler:
Ha cambiado totalmente el modo en que pienso en mi propia vida. Por ejemplo, el hecho de saber que mi actitud no sólo afecta a mi mujer o a mis hijos, o a los amigos de mi mujer sino que quizás afecte a la gente que los rodea y  a los que rodean a estos últimos, cambia totalmente las reglas del juego. Ahora ya  no sólo influyo a diez amigos cercanos, pero potencialmente estoy influyendo a centenares incluso miles de personas con mis acciones diarias. Pienso que ser conscientes de que vivimos en esas redes va a tener un efecto muy profundo en el comportamiento humano individual, en todos los ámbitos.
 
Eduard Punset:
Bueno, después de esta conversación con James Fowler, yo me pregunto si esta gente sabe realmente de dónde viene y adónde va, y que  forma parte de una red social que está influenciando sus vidas. ¿Qué hace esta gente? O sea, fíjense, o sea, no dan la impresión de saber que forman parte de un grupo más grande, ¿o sí? ¿Lo saben?

James Fowler:
Lo están aprendiendo. Y creo que son las redes online como Facebook las que nos sitúan en el centro del debate. La razón por la que a la gente le interesan tanto estas cosas es porque por primera vez lo ven. En Facebook, no sólo estás conectado con tus amigos más cercanos sino con los amigos de tus amigos y la gente está empezando a darse cuenta de que lo que hace da sus frutos en toda la red social humana.

Eduard Punset:
De que no están solos… 

James Fowler:
Exactamente.

Referente a cuantos amigos necesitamos para ser felices, nos sentimos más cómodos y más felices si tenemos entre cinco y doce amigos o relaciones cercanas.

Pero ello no implica que busquemos el ensanchar y estar abiertos a cultivar mas relaciones de afecto y amistad, como los niños. Por ello se recomienda diversificar la vida social y afectiva para no estar enganchados a una sola fuente de afectos.

Es interesante apuntar, que las investigaciones nos indican que revisar los mensajes de Twitter o de Facebook y responder a un email podría causar más adicción que el alcohol o el tabaco. Esta adicción es aun mas tentadora, dado que no tiene coste ni efectos secundarios evidentes y alivia sin embargo nuestra necesidad apremiante de pertenecer a un grupo y de recabar información. La tentación de saber que pasa a nuestro alrededor es otra necesidad atávica muy difícil de resistir.

Ventajas y peligros de ser cotillas.

Los humanos pasamos dos terceras partes de nuestras vidas de cotilleo, es decir, cotilleamos más que dormimos o comemos…, y ello porque somos los seres que tenemos grupos sociales más amplios, por lo que hemos tenido que desarrollar un método eficaz para estar en contacto con el resto del mundo, con la herramienta única que poseemos, el habla.

Aprendemos a hablar de una forma curiosa, adquirimos de forma instintiva trece mil palabras en los primeros seis años de vida y hasta sesenta mil cuando somos adultos. Utilizamos el habla y el cotilleo como una forma rápida de diseminar información a lo largo y ancho del mundo.

El que nos importe enterarnos de lo que saben y piensan los demás, lo tenemos programado en los genes. Creemos que necesitamos a los demás para que nos protejan, nos quieran, para enterarnos de los peligros y de las oportunidades, y en este sentido el cotilleo sacia estas inquietudes. ¿Qué hacemos cuando queremos excluir a alguien de un grupo? La excluimos del cotilleo, así que el cotilleo tiene su parte oscura.

El cotilleo tiene parte oscura porque es muy poderoso. Puedes utilizar el cotilleo para sentir que perteneces y para forjar alianzas, tú me das información y yo te doy más a cambio “Quid pro Quo”.

A través del cotilleo puedes intercambiar información útil, pero también puedes utilizar información descontextualizada, e incluso inventada para machacar a alguien que detestas por pura envidia

No obstante la maldad tiene un precio altoporque estamos programados para el amor, para compartir y comprender. Así que es mejor reemplazar la necesidad de cotillear por un acto de amabilidad o cariño.


¡¡¡Que tengáis una semana de plenitud personal!!!

Más comentarios en mi Web (pincha aquí)

No hay comentarios:

Publicar un comentario