¿Somos conscientes de todos los factores que nos influyen a la hora de tomar una decisión? Al igual que muchos economistas, solemos pensar que nuestras decisiones están basadas en razonamientos fríos y calculadores, pero no podríamos estar más equivocados. En este capítulo de Redes, el neuroeconomista de la Universidad de Cambridge, Aldo Rustichini, le explica a Punset que el 90% de nuestras decisiones son inconscientes y que esto no es motivo de alarma. La mayor parte de estas elecciones están basadas en un proceso muy ingenioso y sofisticado que garantiza un análisis preciso y racional, a pesar de ser inconsciente.
“Sabemos que no sabemos lo que decidimos” – emisión 113 (04/12/2011) – temporada 16
Entrevista de Eduard Punset a Aldo Rustichini, euroeconomista de la Universidad de Cambridge. Salamanca, 7 de octubre del 2011.
Vídeo del programa:
http://www.redesparalaciencia.com/6472/redes/redes-113-sabemos-que-no-sabemos-lo-que-decidimos
Quizás debería haber más mujeres en los mercados bursátiles
para volverlos más estables.
Aldo Rustichini
Eduard Punset:
Estamos en la antigua casa de Miguel de Unamuno (nada menos que Miguel de Unamuno) en Salamanca. Me cuentan que la parra esa (que nuestra audiencia no puede ver porque está en el balcón, en la calle) era su parra querida. Y nunca hemos sabido muy bien si Unamuno era el más español de los españoles o era el que más se alejaba del español común.
Lo vamos a dejar porque tenemos un tema casi igual de interesante para esta noche. Hoy nos encontramos en este lugar con el científico (neurocientífico) y economista Aldo Rustichini.
Aldo, es maravilloso tenerte con nosotros en el programa, y me siento tentado de recordarles a los telespectadores algo que hemos sabido desde hace mucho tiempo, y es que se produce una explosión o… ¿cómo lo llamáis? Una descarga de testosterona en los embriones, antes del nacimiento. Sabíamos que, si esta descarga de testosterona funciona, afecta la longitud de este dedo en el sexo masculino, en los hombres. El índice, la longitud del dedo índice, es menor que la del anular, ¿verdad? Lo que los americanos llaman el dedo del anillo.
Sin embargo, lo que desconocíamos por completo es lo que nos habéis contado tras muchos experimentos en el laboratorio. Habéis descubierto que, cuando los operadores bursátiles tienen, como consecuencia de la testosterona, este dedo concreto más largo, ganan más dinero y son más agresivos; de hecho, obtienen hasta diez veces más ganancias que el resto. Por primera vez, debemos plantearnos que en el proceso de toma de decisiones también hay un componente biológico, y que no solamente interviene la mente.
Aldo Rustichini:
Este descubrimiento surgió tras un estudio que realizamos con John Coates y otros expertos de la Universidad de Cambridge con operadores bursátiles de la City de Londres. Los datos con los que contábamos eran, por un lado, las ganancias de los operadores bursátiles durante un período de varios años y, por el otro, la proporción entre la longitud del segundo dedo de la mano (el índice) respecto a la del dedo anular. Esta proporción, en los hombres, suele estar por debajo de uno, de modo que el índice es más corto que el anular. Cuanto menor es esta proporción, es decir, cuanto menor es el índice respecto al anular, tanto más masculino (si se me permite utilizar el término) es el individuo. Y sabíamos que ese rasgo estaba relacionado con una mejor capacidad en varios campos, por ejemplo en la música y el deporte, y también
en ciertas capacidades mentales. Por tanto, resultaba natural preguntarse si también provocaría que los operadores bursátiles ganaran más dinero. Medimos tanto esta proporción como los beneficios de los operadores, y descubrimos que, efectivamente, los que tenían una proporción menor estaban ganando diez veces más que los que tenían una proporción mayor, más parecida a la de las mujeres. Y la pregunta era: ¿y qué significa? De hecho, tiene que ver con lo que algunos denominan «exuberancia irracional», y la explicación más rápida a la que se puede llegar es: «vaya, las personas más masculinas presentan una proporción menor y son más agresivas, están más dispuestas a correr riesgos, lo que explica por qué ganan más dinero».
Eduard Punset:
Más dinero.
Aldo Rustichini:
De hecho, la deducción rápida es cierta, porque estamos hablando de personas con más agallas. Recordemos que se trata de personas cuyo trabajo es el siguiente: mirar atentamente las pantallas y decidir, en cuestión de segundos, si deben invertir o no cien mil libras esterlinas, o a veces incluso más, en un activo concreto. Deben tomar esa decisión: mirar la información, procesarla rápidamente, tomar una decisión a toda velocidad y luego esperar a
ver qué pasa.
Por tanto, resulta evidente que se trata de la combinación de dos cosas: se necesitan agallas, porque hay en riesgo cien mil libras esterlinas o un millón…
Eduard Punset:
Se necesita testosterona, vamos.
Aldo Rustichini:
Sí. Se necesita testosterona, pero… ¿Para qué? Me gustaría recalcar que no solamente se precisan agallas, no todo se reduce a la agresividad, a ser agresivo, también es preciso ser muy rápido a la hora de procesar la información y muy veloz para detectar las oportunidades. Se trata de personas que, además de estar asumiendo riesgos, también son muy listas. Creo que lo que este resultado nos dice o nos sugiere es que se necesita estar dispuesto a asumir riesgos, pero a la vez contar con la inteligencia de saber cómo hacerlo.
Eduard Punset:
Es curioso, porque otra cosa que demostraría lo que dices es esta paradoja de tener atletas y músicos que también responden a lo mismo. Si tienen éxito como músicos y atletas no puede ser solamente por la testosterona, ¿no? ¿O sí?
Aldo Rustichini:
Depende. Todavía no entendemos muy bien lo que hace la testosterona. Sabemos que probablemente haga que uno esté más dispuesto a correr riesgos, pero el caso es que todavía no entendemos muy bien cómo incide en otras facultades, en especial en la inteligencia.
Teniendo en cuenta que repercute, por ejemplo, en el rendimiento musical, debe hacer algo más que aumentar la disposición a correr riesgos.
Eduard Punset:
Es curioso, porque estamos bordeando realmente una nueva ciencia. Es decir, tal vez pensábamos que las personas ganaban dinero por la teoría del homo economicus, ese ideal del hombre económico para el que lo único importante era el racionalismo, saber mantenerse frío y calculador… Pero ahora nos dices que, si realmente intentamos saber cómo irá la economía utilizando este esquema, estaremos perdidos, porque hay otros factores que son igual de importantes. Ahora vemos que todo ello interfiere con nuestro concepto de la economía y de la toma de decisiones. Es muy importante.
Aldo Rustichini:
Sí. De hecho, está surgiendo una nueva ciencia llamada neuroeconomía, cuyo objetivo es combinar las herramientas y conceptos de la neurociencia y de la economía para lograr una visión más completa a la hora de estudiar el hombre económico. Ahora comprendemos mejor cómo se toman decisiones en el cerebro y cómo se incorporan las emociones al proceso de decisión.
Eduard Punset:
¿Podemos imaginar un día o una situación en la que, analizando esto y otros hechos biológicos, podamos decir que la crisis que sufrimos se debe a que las personas, los operadores bursátiles, actuaron de una manera biológica sin pensar en la inteligencia que nos comentabas?
Aldo Rustichini:
Hay muchas cosas que podemos aprender de esto. Por ejemplo, una conclusión a la que han llegado algunos (y la saco a colación porque tal vez resulte interesante debatirla) es que las personas con una proporción más masculina están más dispuestas a correr riesgos, sí, pero quizá justamente esa sea la causa de la crisis en la que estamos inmersos, y tal vez (hay quien sostiene eso) ¡tal vez debería haber más mujeres en los mercados bursátiles para volverlos más estables! Es una posibilidad. Podemos decir que si queremos un mercado financiero más estable, podemos incluir a más mujeres –a menos personas que se arriesguen– y conseguir así mercados financieros más estables. Es una idea que merece la pena debatir.
Eduard Punset:
Yo al principio trabajé como economista, y solía considerar la economía como una ciencia deductiva. No sabíamos demasiadas cosas sobre la manera en la que se tomaban las decisiones. Pero ahora estáis abriendo el camino para que la economía no solamente sea deductiva sino también inductiva… ¿tendremos más información para recopilar y juzgar, no?
Aldo Rustichini:
Sí. La economía ahora es una disciplina mucho más experimental que antes: formulamos hipótesis pero luego las ponemos a prueba para comprobar su validez. Creo que ahí radica la novedad de los últimos 20 años (especialmente con la neuroeconomía de los últimos 10 años).
Eduard Punset:
Es verdad.
Aldo Rustichini:
Por consiguiente, me siento orgulloso de ser economista.
Eduard Punset:
Estoy pensando ahora en lo que denomináis «efecto marco». Esto sugiere, en realidad, que el proceso de toma de decisiones tiene lugar en el plano subconsciente. En la mayoría de nuestras decisiones, no tenemos ni idea de por qué hemos tomado la decisión que hemos tomado. Nunca nos lo habíamos planteado, pensábamos que éramos tan sabios, tan racionales y perfectos que sopesábamos todos los motivos y en función de eso decidíamos en un sentido
u otro…
Aldo Rustichini:
Todas nuestras decisiones… o el 90%, arrojemos una cifra, el 90% de nuestras decisiones son inconscientes. ¡Esto es lo que siempre hemos dicho los economistas! Siempre he afirmado que nuestra toma de decisiones es extremadamente complicada… es como jugar al billar: en el billar, cuando haces un lanzamiento muy complicado, ¡no te paras a calcular todos los ángulos posibles! Realizas el lanzamiento según lo que sientes que hay que hacer. Y muchas veces la jugada sale bien, igual que puede salirles bien a los que se dedican a invertir. Por tanto, es cierto que la mayor parte de nuestras decisiones son inconscientes. Pero eso no significa (y me parece importante puntualizarlo) que sean irracionales. ¡Puede que sea todo más racional de lo que creemos! Hay procesos que son inconscientes, sí, pero realizan un análisis de la situación tremendamente racional, muy realista y extremadamente preciso. Por eso afirmo que, aunque la mayor parte de nuestras decisiones las tomemos inconscientemente… se trata de un pensamiento muy, muy ingenioso, muy racional, muy sofisticado.
Eduard Punset:
Vamos, es fantástico, porque probablemente sea cierto que no sabemos cómo decidimos pero, como tú dices, decidimos mediante métodos muy sofisticados, y eso no significa que no estemos decidiendo de un modo complejo, ¿no?
Aldo Rustichini:
Sí. Lo mismo pasa con las emociones. He dedicado cierto tiempo a estudiar el arrepentimiento y la envidia. Ahora entendemos ambas emociones un poco más. Si pensamos en el arrepentimiento, podríamos decir: « ¿de qué sirve arrepentirse? Tomaste una decisión, las cosas salieron como salieron, ¿de qué sirve mirar atrás y pensar: “¡vaya! Podría haber decidido otra cosa!”». ¿Por qué hacerlo? Parece irracional, ya sabes lo que dicen: a lo hecho, pecho. En cambio, hemos visto que se trata de una emoción muy racional, puesto que nos
enseña a hacerlo mejor la próxima vez. El arrepentimiento es una emoción muy importante, que consiste en pensar en alternativas hipotéticas, algo así como: «¿qué habría pasado si hubiera tomado una decisión distinta?». Y es importante porque, la próxima vez que te enfrentes a una decisión parecida, recordarás el arrepentimiento que sentiste y tendrás más cuidado a la hora de decidir. Así pues, el arrepentimiento es muy importante, porque, aunqueparezca que simplemente mire hacia atrás, no es inútil, sino que nos enseña a tener más cuidado con nuestras decisiones la próxima vez. Y lo mismo ocurre con la envidia. La envidia es más o menos como el arrepentimiento, ¿sabes? Se parece… La envidia también es importante, porque nos enseña que las otras decisiones que podríamos haber tomado quizá sean mejores, y la próxima vez que tengamos que decidir…
Eduard Punset:
…lo haremos mejor.
Aldo Rustichini:
…tendremos más cuidado. Por tanto, ni el arrepentimiento ni la envidia son emociones malogradas o inútiles, y definitivamente no son irracionales: nos enseñan a elegir mejor.
La envidia puede volverse una emoción negativa, que simplemente te haga sentir mal porque no te han salido las cosas tan bien como al resto. Me parece importante tenerlo en cuenta en la educación, porque creo que debemos educar a los niños para que sean competitivos, pero de un modo positivo. Hay que mirar lo que hacen los demás, porque siempre podemos aprender algo del resto, y el éxito de los demás nos puede motivar a mejorar, pero no hay que dejarse llevar por la envidia, sino tener la dosis justa de competitividad.
Eduard Punset:
Por cierto, creo recordar (y puedo estar equivocado, que me corrijan los telespectadores) que Miguel de Unamuno dedicó algún tiempo a analizar la diferencia entre el arrepentimiento y la envidia. Lo fantástico de lo que dices es que, si esto es cierto sobre el arrepentimiento y la envidia, resulta que nos ayuda, aunque siempre nos hayan enseñado a evitar sentirnos envidiosos o arrepentidos.
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