sábado, 10 de marzo de 2012


El Jueves se publicó la entrevista que me hizo Miquel para RHMEDIA y que hice referencia a ella la semana pasada,  a continuación os adjunto el link.


Una semana de trabajo en Bilbao culminada el viernes con un evento, para mí, extraordinario.

Tras la participación en la mesa redonda hace un mes sobre los procesos de recolocación, recibí un regalo maravilloso, ser invitado a una sesión de un día con Juan Carlos Cubeiro. Irene y Anabel, gracias, gracias y gracias por haber tenido tan magnífica iniciativa, como todas las que aplicáis en vuestro negocio, Key Executive.

Juan Carlos es un tipo que es imposible que deje indiferente a nadie, te cautiva en el primer momento que conectas con el. Es un autentico monstruo, si digo bien, monstruo según la acepción sexta del diccionario de la RAE Persona de extraordinarias cualidades para desempeñar una actividad determinada.” Cualidades extraordinarias que me resultaría demasiado largo proceder a enumerar. Lo que mas me sorprendió, además de su conocimiento y preparación intelectual, es como profundizando en el  talento, hace confluir las mas diversas disciplinas de la ciencia para poder explicar y racionalizar la importancia y el como se desarrolla del talento, a la vez que generar pasión por no solo por el tema del talento, sino por el aprendizaje continuo, no en vano se define el mismo como “eterno aprendiz”.

Alrededor del talento en la sesión de ayer, confluyeron explicaciones y conceptos provenientes de la bioquímica, medicina, psicología, sociología, el arte, las ciencias económicas, deporte,….. Impresionante el aprendizaje.
Por ello, es por lo que hoy voy a escribir sobre un aspecto que me llamo la atención, la diferencia entre el funcionamiento entre los cerebros de la mujer y el hombre. Y ello viene a colacion, pues un aspecto fundamental para el ejercicio del liderazgo se basa en la diversidad, esto es como gestionar y tomar ventaja de las diferencias para conseguir los resultados de una organización, y sobre todo que el concepto se basa en los descubrimientos de la ciencia.

Además adjunto un video que, en tono  humorístico de parodia, recrea esas diferencias. No os lo perdáis, rato divertido asegurado, “la historia de dos cerebros”




En los últimos años, la ciencia ha logrado establecer con mayor certeza las diferencias en el cerebro de hombres y mujeres. Una disparidad que se agudiza durante la adolescencia y se modera sólo en la vejez.

Se trata de uno de los campos más atractivos de la ciencia: saber cómo funciona esa masa de neuronas que llamamos cerebro. Por qué misteriosa razón no sólo maneja todos los aspectos de nuestras vidas, sino que también puede expresarse de maneras tan distintas como lo hace en hombres y mujeres.

Porque en los últimos años, con las mejores tecnologías para estudiar este órgano, la ciencia ha logrado establecer con mayor certeza las diferencias de género al momento de pensar, de sentir y de actuar.
De esto busca dar cuenta la doctora Louann Brizendine, neurosiquiatra autora de Themalebrain (2010) y Thefemalebrain (2006), donde caracteriza ambos cerebros resaltando sus diferencias, desde el nacimiento y la infancia, hasta la adolescencia y la adultez. Al final, ambos comienzan a asemejarse con el declinar de las hormonas que se produce en la vejez.

Esta especialista de la Universidad de California, en San Francisco, intenta aclarar esos inexplicables arrebatos de agresividad en la conducción, su obsesiva fijación con el fútbol y otros deportes o su apetito insaciable por películas de violencia. O las mejores capacidades comunicativas de ellas, su habilidad para empatizar y leer emociones y su talento para distender conflictos. Según Brizendine, no existe opción en estos casos, ya que ellos y ellas están cableados para actuar así. Estos son sus argumentos.

Primeras diferencias

Hay que pensar que ambos cerebros son diferentes desde su concepción. La primera y más básica es que todas las células nerviosas tienen su propio género inscrito en sus genes: XX y XY.

El cromosoma Y -que define la masculinidad- juega un rol desde los primeros días de la fecundación, preparando el escenario para que después actúen las hormonas. A la octava semana de la concepción, los pequeños testículos del niño comienzan a producir suficiente testosterona para bañar sus neuronas en desarrollo y comenzar a moldear la estructura de su cerebro.

Así, explica esta experta, mientras la testosterona ayuda a podar neuronas que conectan los centros de comunicación del cerebro, que hace ser a los niños de menos palabras, los estrógenos en las niñas (XX) potencian estas conexiones, así como las regiones del cerebro responsables del lenguaje y de la expresión de emociones. Esto fortalece también la capacidad femenina de sintonizar con facilidad con el ánimo de los demás.
Según Brizendine, esto hace que al crecer ellas sean mejores negociadoras y conciliadoras, mientras ellos resultan más competitivos y luchadores.
La infancia
Cuando el niño empieza a caminar, se nota una de las grandes diferencias cerebrales con las niñas. Para ellos, todo se traduce en acción y movimiento. Están programados para moverse, para mover cosas y seguir cosas con la mirada alerta. Observaciones del desarrollo fetal demuestran que la testosterona activa ciertos genes en las neuronas masculinas que virtualmente obligan a perseguir los objetos en movimiento, golpear cosas, probar las propias fuerzas y jugar a derrotar a los enemigos.

Esto los hace preferir actividades diferentes a las niñas y ante ellas, cualquier niño parece hiperactivo. Esto se debe a que desde que nace hasta cumplir el año de edad, el niño produce tanta testosterona como un adulto, lo que desarrolla y fortalece sus músculos.

En respaldo de lo anterior, otras investigaciones demuestran que los varones tienen centros nerviosos de mayor volumen dedicados a la actividad muscular y a la agresión.

Otra diferencia sobresaliente radica en que los niños no sostienen la mirada. Apenas miran a los ojos y ya están buscando qué otra cosa se está moviendo. Las niñas, en cambio, sostienen más tiempo la mirada. Y aunque ellas son curiosas, aprenden pronto a respetar límites y reglas. Mientras que ellos siguen más interesados en jugar o tomar objetos prohibidos.

Las investigaciones siguen confirmando que niños y niñas prefieren juguetes de su propio sexo. Y aunque las niñas son capaces de usar juguetes de niños, ellos -sobre todo alrededor de los cuatro años- rechazan los juguetes femeninos o incluso los de niños que son de color de niña. Léase rosado.

Hagamos lo que hagamos, dice Brizendine, las niñas jugarán a la casa y vestirán sus muñecas, mientras los niños correrán detrás de enemigos imaginarios, construirán y destruirán y estarán siempre buscando nuevas emociones.

A pesar de lo que pensemos como tienen que jugar, los niños se inclinan por juegos competitivos y las niñas por juegos cooperativos. De su tiempo libre, los niños dedican 65% a competir y las niñas sólo 35%. Ellas, al jugar usan 20 veces más que ellos el sistema de turnarse.

La difícil adolescencia

La gran y clásica diferencia es la que se manifiesta después de la pubertad y que apunta a la sexualidad. La especialista de California explica que ellos tienen en su hipotálamo un espacio cerebral dos veces y medio mayor que ellas, dedicado a la libido.

Esto explica que desde muy pequeños ellos jueguen impunemente con sus genitales, muchas veces en público, lo que puede exasperar a sus madres. Más tarde, serán los pensamientos sexuales los que estarán constantemente parpadeando como telón de fondo en su corteza visual de día y de noche, manteniéndolos listos para aprovechar cualquier oportunidad de tener sexo.
Pero si bien ellas también comienzan a buscar pareja, a esta edad se focalizan intensamente en las emociones y en la comunicación. Hablar por teléfono y salir con su grupo de amigas son parte importante de sus actividades.

En la adolescencia, ellos son más arriesgados. Esto, porque su centro del placer, según Brizendine, está prácticamente silenciado y se activa sólo con emociones extremas, como ganar un partido de fútbol o tener una cita.
En ese momento se produce un tsunami de dopamina que los saca de su habitual desgano. Correr estos riesgos es lo que les permite ganar en independencia y autonomía.

Otro factor de excitación en los jóvenes es cuando están con sus pares. Entonces tienen más accidentes y usan más drogas y alcohol. Y aunque ellas también experimentan, siempre están más alertas a los riesgos y a cómo evitarlos.

Madurez dispar

Esta es la edad en que se consolida la clásica queja: los hombres acusan a las mujeres de ser demasiado emocionales y ellas los consideran poco demostrativos.

La explicación estaría en dos circuitos neuronales que procesan las emociones. Uno es el sistema de las neuronas espejo, que nos lleva a imitar la conducta de quien tenemos enfrente y sintonizar con su ánimo y afectos. Este es el que marca el estilo femenino.

El otro es el de la confluencia temporo-parietal, que nos lleva a buscar soluciones a los problemas que causan malestar emocional. Es el sello masculino de enfrentar los conflictos.

Y aunque ambos cerebros cuentan con los dos sistemas, cada uno echa mano a uno de ellos con mayor predilección. Esto lleva a que mientras ellas quieren ser escuchadas y comprendidas, es decir, piden atención; ellos buscan la forma de resolver la situación, o sea, están distraídos pensando.
Pero con los años, los niveles hormonales de ambos sexos se reducen y ambos cerebros comienzan a asemejarse.

La plasticidad de los géneros

Aunque hay diferencias biológicas demostradas entre los cerebros masculino y femenino, también hay fuertes pruebas de que pueden asemejarse en ciertas circunstancias. Una de ellas es la vejez, cuando en el hombre disminuye la testosterona y en las mujeres caen los estrógenos. Son tiempos de mejor comunicación, intimidad y sintonía afectiva en la pareja.
Pero también está el momento de cuando la mujer se embaraza. Es cuando la mujer libera feromonas, cuyo efecto en el hombre es que se reduzca su testosterona en un 33%, mientras que otra hormona -la prolactina- sube en 20%.

Lo anterior apacigua las energías masculinas, hace que esté más hogareño y lo prepara para la paternidad.
Los científicos sospechan que un mecanismo similar es el que está detrás de la monogamia. Por último, aún faltan muchos estudios para determinar a ciencia cierta los límites de lo biológico y lo cultural en esta materia.

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