Hoy es el cumple de mi hijo Guillermo, 19 años ya. Felicidades cariño. Te quiero.
Por cierto, hoy se lo dedico a uno de mis grandes maestros, Adolfo Blanco que estará ejerciendo cátedra por tierras cántabras. Un abrazo
Lo de hoy no esta en el libro que estoy comentando, pero tiene mucho que ver con lo que comentamos ayer.
EL EFECTO PIGMALION.
“LO QUE CREAS (DE CREER), LO CREAS (DE HACER).”
TODO LIDER DEBE DE SER UN PIGMALION
Está demostrado que la confianza que los demás tengan sobre nosotros puede darnos la fuerza para poder alcanzar los objetivos más difíciles. Ésta es la base del efecto Pigmalión, que la psicología encuadra como un principio de actuación a partir de las expectativas ajenas.
Robert Merton designó con el nombre de “Efecto Pigmalión” las consecuencias que generan sobre el comportamiento de una persona las expectativas y creencias que se tienen de ella. Si percibe que se le valora poco o que es tratada con desconfianza, esto se reflejará en sus acciones posteriores, mostrando resultados mediocres. Si, por el contrario, percibe que sobre ella se deposita confianza y se le trata con consideración, su desempeño mejorará notablemente.
Su orígen
El nombre Pigmalión nace de la leyenda de un mitológico rey de Chipre y hábil escultor, de quien se cuenta produjo una escultura de la diosa Afrodita, tan bella que se enamoró perdidamente de ella, hasta el punto de rogar a los dioses para que la estatua cobrara vida y poder amarla en la vida real. La cultura romana (Ovidio, en su Metamorfosis) reelaboró el mito: Venus (la equivalente latina de la griega Afrodita) accedió a sus ruegos y la convirtió en una mujer de carne y hueso, que se convirtió en su deseada amante y compañera.
Un ejemplo ilustrativo del efecto Pigmalión fue legado por el dramaturgo británico George Bernard Shaw, quien a principcios del siglo XX escribió, inspirado por el mito, la novela Pigmalión, y fue llevada al cine en 1964 bajo el título “My fair lady”. En el film, un refinado caballero inglés emprende la tarea de “re-educar” a una rústica muchacha –vendedora callejera de flores-, desgarbada y analfabeta, para hacerla pasar como una dama de sociedad. El caballero acabará enamorándose de su creación.
Muchos investigadores han llevado a cabo interesantísimos experimentos sobre el efecto Pigmalión. Uno de los más conocidos es el que llevaron a cabo en 1968 los psicólogos Robert Rosenthal y Lenore Jacobson, bajo el título “Pigmalión en el aula”.
El estudio consistió en informar a un grupo de profesores de primaria de que a sus alumnos se les había practicado un test de inteligencia. Luego se les dijo a los profesores cuáles fueron los alumnos que obtuvieron los mejores resultados, esperando que esos alumnos serían los que mejor rendimiento tendrían a lo largo del curso. Y así fue. Ocho meses después se confirmó que el rendimiento de estos muchachos especiales fue mucho mayor que el del resto. Hasta aquí no hay nada sorprendente. Lo interesante de este caso es que en realidad jamás se realizó tal test al inicio de curso. Y los supuestos alumnos brillantes fueron un 20% de chicos elegidos completamente al azar, sin tener para nada en cuenta sus capacidades.
¿Qué ocurrió entonces? Se constató que los maestros se crearon tan alta expectativa sobre esos alumnos que actuaron a favor de su cumplimiento. De hecho, les habían dedicado, en promedio, más atención que a los demás. Estos trabajos parecen probar que la actitud del maestro tiene un papel preponderante en los resultados del estudiante.
En las empresas, en la sociedad, en la economía
Casi por la misma época, algunos estudiosos de la empresa, como McGregor y Likert, afirmaron que la conducta del directivo genera un efecto trascendental en la de sus subordinados. En otras palabras, los empleados responderán según como crean son las expectativas de sus superiores.
Un llamativo caso nos lo relata Alex Rovira en su libro “La Buena Vida” . Tuvo lugar en una conocida empresa multinacional fabricante de productos de alta tecnología. Los responsables del departamento de personal convocaron a una persona de su servicio de limpieza, en el último escalafón de la jerarquía de la organización y sin el bachillerato finalizado, a quien dijeron que era, entre todos los miles de miembros de la empresa, el mejor capacitado para ocupar un altísimo cargo de responsabilidad técnica en el plazo de dos años. Las consideraciones éticas sobre este procedimiento darían mucho de sí, pero el caso es que esta persona no sólo llegó a desempeñar las funciones del alto cargo prometido en menos tiempo del previsto, sino que años después siguió prosperando en la organización. La profecía se cumplió de nuevo con un éxito extraordinario, más allá incluso de lo que los propios promotores del experimento imaginaban.
Rovira continua en su libro comentando otros ejemplos que muestran que la perspectiva de un suceso tiende a facilitar su cumplimiento: Ocurre también en muchos otros ámbitos. En el terreno de la investigación científica o social, el investigador tiende muchas veces a confirmar sus hipótesis por descabelladas que parezcan; siempre existe el dato que todo lo confirma. En el deporte, cuna del coaching, todo el mundo ya entiende la importancia del entrenador para la mejora del rendimiento de los deportistas.
¿Acaso hoy, con todas esas noticias, comentarios, declaraciones,no está pasando algo parecido?
Nuestros comportamientos están influidos por como nos ven los demás y por las expectativas que sobre nosotros tiene nuestro entorno: familiares, amigos, compañeros y jefes en las empresas. La confianza en uno mismo, aunque sea contagiada por un tercero, nos puede dar la suficiente fuerza para alcanzar lo que esperamos, para llegar a ser lo que creen y creamos que podemos ser. La invitación al abandono, a la resignación de no conseguir nuevas metas, de plantarse en medio del camino, nos influirá negativamente también.
En definitiva, todos los días respondemos a lo que las personas que nos rodean esperan de nosotros, para lo bueno y para lo malo. El efecto Pigmalión se cumple.
Verdad que tiene que ver con lo que comentamos ayer.
Los buenos líderes son aquellos que perciben que ayudar a la gente a tener éxito en su trabajo es la esencia de la conducción. Además, reconocen que el éxito de una organización depende de la gente que trabaja en ella. El Efecto Pigmalión se produce cuando los líderes aumentan sus expectativas respecto del rendimiento de los subordinados, lo que produce, efectivamente, un incremento en dicho rendimiento.
Para ilustrar dicho efecto, el Profesor Dov Eden de la Universidad de Tel Aviv, condujo una serie de experiencias con las fuerzas armadas israelitas.
En el primer experimento, Eden les dio a cuatro instructores de un Curso de Comandos de Combate, diferentes expectativas acerca de las posibilidades de promoción que tenían los 104 soldados participantes.
Cada uno de los soldados fue ubicado en alguna de estas tres categorías, al azar: Alto Potencial para aprobar el curso, Potencial Regular o Potencial Desconocido. Los instructores no sabían que esa distribución había sido hecha en forma aleatoria, sin tener en cuenta la información real sobre los soldados.
Al finalizar el curso, los instructores le asignaron una calificación a cada soldado. Aquellos soldados que habían sido identificados como de Alto Potencial, recibieron calificaciones significativamente superiores al resto. Además, los instructores informaron que estos soldados habían disfrutado del curso y habían evidenciado una actitud positiva a lo largo de todo el entrenamiento.
La conclusión es la siguiente: el incremento de las expectativas de los instructores acerca de un grupo de soldados elegidos al azar, puede haber causado que los soldados esperen más de sí mismos, lo que los ayudó a desempeñarse mejor.
Para reforzar esta teoría, Eden realizó otro experimento: les dio a 61 soldados que estaban realizando Cursos de Entrenamiento, distintas expectativas acerca de sus propias capacidades. Tomó 15 soldados elegidos al azar y les aseguró que tenían grandes posibilidades de alcanzar el éxito. Al finalizar el curso, Eden encontró que ese grupo de soldados se había desempeñado considerablemente mejor que aquellos a los que se le había dicho que tenían un potencial regular.
Eden cree que el Efecto Pigmalión puede ser aplicado en el ámbito laboral, para mejorar el rendimiento de las personas. Una manera de lograrlo es entrenar a los líderes para que incrementen sus expectativas acerca de los empleados.
Eden también sugiere que los gerentes deben combatir los estereotipos negativos acerca de los empleados, olvidar los fracasos pasados y fijar objetivos que se conviertan en desafíos factibles de alcanzar por las personas. Pero agrega un toque de precaución: “No debe caerse en la exageración... Esperar demasiado en poco tiempo puede abrumar y desmotivar a la gente, dando como resultado una sensación de fracaso, frustración y bajas expectativas respecto del futuro. En suma, deben incrementarse las expectativas, pero manteniendo un equilibrio que solo puede lograrse a través de la experiencia y del profundo conocimiento de cada una de las personas”.
Volvemos a recordar lo comentado el dia 14 del Mito del Lider, y el fragmento de la película del Club de los Poetas Muertos.
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