jueves, 8 de septiembre de 2011

EL MITO DEL LIDER. Dia 17.- LA DECISION HUMANA

Retomamos, espero con mayor regularidad tras el descanso vacacional, la continuación de aquellos aspectos que más me han llamado la atención de “El Mito del Líder”.

A la misma vez, voy a intentar reducir cada entrada a entre 500 y 600 palabras en lugar de las 1.100 a 1.300 que estaba utilizando antes.

Hoy, Día 17 es el colofón de lo que comentamos el día 16, la capacidad de observación de la realidad.

Hoy comenzaremos por:

LA CAPACIDAD ANALITICA DEL HOMBRE

Observada, captada y aprehendida correctamente la realidad, la siguiente fase del continuum de la decisión humana, para que esta pueda ser calificada de racional, es el análisis lógico y ordenado de lo percibido.

Pascal advirtió “los hombres evitan pensar para ser infelices”. El ser humano tiene miedo a pensar y por eso se dedica a racionalizar. En lugar de pensar para tomar mejores decisiones, se empecina en justificar las decisiones ya tomadas.

Si pensar es dialogar con uno mismo, nos damos cuenta de que la inmediata proximidad del interlocutor, nuestra propia persona, lo facilita y dificulta. El gobierno y sabiduría de esa inagotable actividad mental interior es imprescindible para la lucidez y precisión de nuestro modo de analizar y solucionar las diversas situaciones que se nos presentan en la vida.

José Antonio Marina define la inteligencia como “la capacidad de suscitar, controlar y dirigir las propias operaciones mentales”. En ese proceso confundimos hechos, objetivables y contrastables, con juicios de valor e ideas que, expresadas y formuladas en el contacto con esos hechos, deberían estar conducidos por la prudencia y la honestidad intelectual para su verificación.

La observación limpia y el análisis objetivo y preciso de la realidad culmina en la decisión, acto soberano del ser humano, aquel que permite el crecimiento y fortalecimiento de la libertad. La búsqueda de la excelencia requiere de la alternativa, de la posibilidad de optar y errar.

LA DECISION HUMANA, UN GRAN SALTO.-

No es fácil decidir, la propia etimología de la palabra nos hace ver su complejidad. Proviene del latín decidere “cortar, amputar, separar”. Toda decisión comporta un coste de oportunidad, y este puede llegar a ser muy alto. A veces la dificultad radica en la falta de información, estamos ciegos y no sabemos por donde tirar. Este es un problema típico de organizaciones opacas y oscurantistas, donde la información es un recurso escaso, monopolizado por unos pocos inseguros que así quieren proteger su finca de poder. Otras veces sin embargo, nos sobra información y seguimos instalados en la indecisión.

Decía Kierkegaard “la angustia es la experiencia de la posibilidad de tener que decidir. Toda decisión es un salto”.

La posibilidad de equivocación es innata a la toma de decisión. Siempre nos ha acompañado este temor a equivocarnos. Lo que nos hace grandes es la posibilidad de equivocarnos, de levantarnos y de seguir caminando. Caminar en este sentido es sinónimo de llegar.

LA ACCION COMO ESCUELA E INFORMACION.-

Goethe decía:”Pensar es fácil, actuar es difícil. Actuar de acuerdo con lo que se piensa es lo más difícil que hay en el mundo”. Este es el destino de los seres humanos rectos y capaces que cierran sus palabras y pensamientos con el candado de la acción eficiente. Eso es se LIDER. Y todo hecho con diligencia y agilidad.”La diligencia hace con rapidez lo que la inteligencia ha pensado con calma”. Esta es una trampa en la que muchos caen. Habiendo observado, analizado y decidido con lucidez y rigor, se atrasan en la puesta en acción de plan decidido, y en ese desfase les atrapa la duda existencial de lo que no ha podido ser verificado. El ser humano de reflexión, precisamente por serlo, ha de ser de acción. Y cuanto menos medie entre el análisis meditado y su realización, mejor para vivir intensa y vitalmente. “Solamente en la acción, en el actuar, pueden encontrar respuestas verdaderas preguntas vitales”.

Lo que distingue de tantos y tantos pusilánimes que se arrugan por falta de coraje y sencillez, no es la ausencia de fallos y tropezones, sino la reacción y respuesta frente a la inevitabilidad de los mismos.

La excelencia se defina no como la ausencia de error, sino como la capacidad de enmendar las faltas cometidas. Así que no tenían garantizado el éxito siempre, ni el fracaso, sino el aprendizaje que cada acontecimiento deja escrito para aquel que quiera leer y estudiar.

La inteligencia para interrogar y discernir la realidad, y la voluntad para probar y poner en práctica los dictados de la razón y del corazón, son premisas necesarias para ejercer el liderazgo.




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