Hoy, sobre las 21.00 hora peninsular, el cuerpo de Álvaro José Arroyo saldrá de la Catedral Metropolitana Madre Reina de Bogotá rumbo al cementerio Jardines de la Eternidad, donde a las 22:00 será realizado su sepelio. Un mes levaba hospitalizado y se fue con su ritmo ayer
En medio de llantos y sollozos por la muerte de uno de los más grandes de la música caribeña, Colombia se enluta a ritmo de sus éxitos y en medio de espontaneas muestras de solidaridad que van desde banderas con el nombre del artista estampado hasta bailes improvisados por parte de los salseros de línea dura.
Colombia despide a uno de los grandes de la salsa. José “Joe” Arroyo, descanse en paz y haga bailar el cielo a ritmo de”joeson”. Os invito a escuchar el Caribe:
El Trabajo en Equipo.- la libertad y Responsabilidad Individual
Responsabilidad, como su propio nombre anuncia implica la capacidad de responder a las preguntas que la vida me va a plantear, de solventar los problemas con los que la realidad nos va sorprender.
La responsabilidad compartida del equipo, principio clave de su funcionamiento y unidad, es fruto de la responsabilidad asumida por cada uno de sus miembros. No hay responsabilidad común si no se pasa antes por la taquilla comprometedora y a veces desequilibrante de la responsabilidad personal.
Somos autores de nuestra biografía y nadie puede escribirla por nosotros. “Vivir es saber elegir. No hay perfección donde no hay elección” nos recuerda Baltasar Gracián, bilbilitano ilustre donde los haya. Y elegir, optar, me obliga a entrar en los múltiples escondites y trampillas de la responsabilidad humana.
La tolerancia a la incertidumbre de muchas personas es escasa, la iniciativa y capacidad para tomar decisiones libres y asumir los riesgos inherentes a las mismas son bienes preciadísimos, la responsabilidad, fuente de motivación y energía latente, puede gravar hasta decir basta. La primera vez que hacemos algo puede pesar más el temor a fallar que la curiosidad por aprender, de ahí la tentación de desistir y aferrarse a lo viejo y seguro. Esto es lo que un líder tiene que saber que lleva entre manos. Si, por ejemplo, se dirijo a un grupo de hombres acostumbrados al ordena y mando, a ejecutar ciegamente lo que les digo, y no estoy dispuesto a trabajar bajo esas premisas rancias, la prudencia y el rigor me exigen plantear el timing mas correcto de los cambios a implantar. La nueva responsabilidad que les quiero dar les preocupa. Si desisto y la retiro, volviendo al estilo autoritario de siempre, ésta muere por anemia, por falta de uso. Solo dando responsabilidad puede esta crecer y hacerse fuerte en los comportamientos del grupo. Pero dadas las reservas y miedos que provoca, tendré que manejar con temple el ritmo de los cambios.
Moraleja, “la persona que entra en un sistema de autoridad no se considera ya a sí misma como actuando a partir de sus propios fines, sino que se considera a sí misma más bien como un agente que ejecuta los deseos de otra persona” (Milgram en Obediencia a la Autoridad).
De todas maneras, el hombre actual sigue manteniendo una relación dual con la responsabilidad. Por un lado se siente atraído hacia ella porque intrínsecamente esta llama constantemente. Por otra parte, la mira desconfiada e incluso asustada por lo que su ejercicio implica y obliga.
Decidir viene del latín Decidere, que significa cortar, amputar, separar. Ante la disyuntiva de decidir, los hombres y mujeres evalúan a priori las consecuencias que pueden derivar a posteriori. Estas viven en el futuro, por lo que no se puede adelantar y saber. El temor a equivocarme, a que las consecuencias sean muy distintas a las previstas, que surjan otras negativas que se han escapado al análisis, hace ganar enteros a la tesis de la inacción, el no hacer nada, el instalarme en una indecisión que será aliviada o superada por agentes externos que decidirán por mí. Kierkegaard escribe que “La angustia es la experiencia de la posibilidad, de tener que decidir. Toda decisión es un salto”, y la posibilidad de caída, accidente, quebranto físico, paraliza los músculos y embota la mente del hombre posmoderno en un quietismo intelectual y vital impropio de un ser vivo y dinámico.
Y responsabilidad y libertad van íntimamente relacionadas. Solo una persona libre gestiona y asume su responsabilidad. Solo una persona responsable entra en las profundidades de la libertad. Y se sabe que se está ante una libertad madura cuando ésta acoge solicita, por una parte, la responsabilidad que se deriva de su ejercicio y, por otra, la libertad del otro, del que discrepa. La responsabilidad solo crece en el ejercicio arriesgado de la decisión personal y libre. Ciudadanos y no súbditos, personas y no esclavos, profesionales y no aprendices atascados.
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